El título Acqua Alta nació de una conversación entre Rebeca Plana y Álvaro Alcázar, inspirándose en la obra de Alex Katz y su muestra en la Fondazione Giorgio Cini de Venecia. Esta conexión con Venecia llevó a la artista a tomar como referencia el fenómeno de la Acqua Alta, la subida del nivel del agua en la ciudad, que no solo amenaza su patrimonio, sino que también afecta la vida de sus habitantes. Este fenómeno refleja problemáticas ambientales globales, algo que Plana vivió de cerca con la riada que afectó su estudio en Albalat de la Ribera, una zona especialmente propensa a inundaciones.
El agua ha sido un elemento central en la obra de Plana desde sus inicios, explorando su simbolismo y relación con el entorno. Su conexión con este elemento es también geográfica, ya que su estudio se encuentra junto al río Júcar, cuyo nombre significa “el devastador”. A lo largo de su trayectoria, ha abordado esta temática en proyectos como La Fuerza de la Naturaleza o Riu.
Más allá del aspecto ambiental, Acqua Alta tiene un significado conceptual basado en la idea de inmersión y emersión. Plana invita a reflexionar sobre lo que desaparece y lo que aún puede ser recuperado. Además, se inspira en el mito del Leteo de Platón, donde las almas beben de sus aguas antes de encarnar y olvidan su pasado. Desde esta perspectiva, el agua simboliza un proceso de transformación: sumergirse implica una disolución del presente, mientras que emerger es un renacer.
Este proyecto no solo expresa la fascinación de la artista por el agua, sino que también funciona como una metáfora de la relación entre la naturaleza y la memoria, resaltando la fragilidad del entorno y la posibilidad de regeneración.